La polémica suscitada a raíz de la aparición
de unas cartillas sobre diversidad sexual que el Ministerio de Educación
Nacional pretendía implementar como parte de un proceso pedagógico para
docentes y administrativos en los colegios, obedeciendo un mandato de la corte
constitucional, ha desviado el debate y
verdadero origen del asunto que es el tratamiento y mecanismos contra la discriminación que las
instituciones educativas – en los manuales escolares - deben dar a los jóvenes con identidades y
orientaciones sexuales diversas para que casos como el del joven Sergio Urrego
no vuelvan a repetirse.
Por un lado se ha desviado la cuestión de
fondo - antes mencionada- y por otro lado han salido a la luz viejos odios
y discursos retrógrados en un momento en el que el país parecía avanzar en
materia de derechos de las mujeres y de la comunidad LGTBI: La desinformación,
las verdades a medias y la manipulación mediática han sido utilizadas por parte
de quienes se oponen a la restitución de estos derechos, valiéndose de la
tergiversación y el señalamiento de la existencia de una “ideología de género” que
se quiere imponer en contra de la familia, la heterosexualidad y la moral
cristiana.
Aunque la realidad es que el tema tiene
muchos puntos que analizar y que sólo el tiempo podrá darnos más luces del significado de estas
manifestaciones, lo cierto es, que resulta llamativo que nuevamente se empiece
a incorporar la palabra “ideología” para referirse a la definición del género que
se viene manejando desde el discurso feminista, esta noción de “ideología” no
es nueva, la Iglesia Católica ha utilizado este término casi que desde la
existencia misma de la categoría de género, lo novedoso del asunto es que se ha
generalizado el uso de este término, - basta recordar que hasta el presidente
de la Republica y la propia ministra se han referido a esta- de una manera
irresponsable y sin un análisis concienzudo del significado de la categoría de
ideología otorgada al género.
Desde esta perspectiva la “ideología de
género” tiene como blanco la destrucción de la familia y de los valores
cristianos. Si partimos de esta simple definición, no puede resultar extraño
que en un país fervorosamente cristiano miles de personas se movilicen en
contra de la tal “ideología”. Esta es una estrategia que sirve para eliminar o
minimizar cualquier posibilidad de
debate al respecto. El género no se
trata de una ideología que pretende imponer, adoctrinar o enseñar a los niños y
niñas a ser simplemente homosexuales, de lo que se trata es de poner en
cuestión ciertas prácticas y orientaciones hegemónicas. Entendido lo hegemónico
como Ideas o conceptos aceptados universalmente como naturales, pero que en
realidad son construcciones sociales.
En este sentido empezar a hablar de
diversidad sexual es un asunto necesario que no admite concesiones, así lo han
evidenciado en múltiples ocasiones y contextos las prácticas discriminatorias y
el matoneo del que son objeto las personas con orientaciones sexuales diversas.
El género resulta una categoría útil para entender esta realidad, si al menos
estamos en disposición de abrirnos a un debate real. Hay que apelar al hecho de que nuestras
creencias religiosas o de cualquier tipo, no son verdades universales ni
absolutas y que para conciliar estas disputas, debemos reconocer que los únicos
principios que deben ser universalmente validos son los de la igualdad y
libertad para todos los seres humanos. El respeto y la tolerancia son aliadas
incondicionales para que el debate resulte constructivo y aporte a la
construcción de la paz que añoramos las mayorías, paz completa, duradera con
justicia social y equidad.
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